¿Llorar o hablar?

Algunos meses después de nuestro nacimiento, para algunos un poco más, tomamos una decisión importante, decidimos cambiar el llanto por las palabras.

Antes, cuando teníamos hambre, frío, calor u otra necesidad llorábamos. Luego, comenzamos a hablar y a pedir lo que necesitábamos. Fue una decisión inteligente.

Fuimos rápidos para cambiar cuando éramos niños, pero, ahora que somos adultos, no siempre tenemos la misma rapidez, por eso, muchos sufren y permanecen en el «llanto». Otros, a pesar de haber superado la etapa del «llanto» y de haber comenzado la de «hablar», notan que algo no está bien en sus vidas. Tal vez sea a causa de lo que hablaremos más adelante.

¿Ya se detuvo a pensar por qué algunas personas hablan en español, y otras en inglés u en otro idioma? Alguien podrá decir: «Es porque es el idioma de su país de origen». Esto puede tener sentido, sin embargo, esta respuesta no coincide totalmente con la verdad.

Cuando éramos niños, lo que determinó el idioma de nuestras primeras palabras fue la acción de escuchar.

Escuchamos palabras en español, después comenzamos a hablar en ese idioma. Si nos habituáramos a escuchar palabras en inglés, empezaríamos a hablar en inglés, tan simple como eso. Ahora bien, dejemos el ámbito físico y pasemos al espiritual.

Está escrito: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios», Romanos 10:17. No hay un camino o atajo alternativo. Si sus días han sido más de muerte que de VIDA, es porque ha escuchado «otro idioma». No obstante, si hoy decide comenzar a escuchar las palabras que Dios le dice, recibirá la verdadera VIDA

«El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida.» Juan 6:63

Pr. César Carreira