Una noche inolvidable para todos los presentes en el Templo de los Milagros, en Buenos Aires, Argentina.
La tercera enfermedad de la fe son los malos ojos. Debemos observar cómo nos vemos a nosotros mismos, cómo vemos a Dios, cómo vemos a nuestro prójimo y cómo vemos las circunstancias por las que pasamos. ¡¿Cómo están sus ojos?!
«Cuídate de que no haya pensamiento perverso en tu corazón, diciendo: El séptimo año, el año de remisión, está cerca, y mires con malos ojos a tu hermano pobre, y no le des nada; porque él podrá clamar al Señor contra ti, y esto te será pecado. Con generosidad le darás, y no te dolerá el corazón cuando le des, ya que el Señor tu Dios te bendecirá por esto en todo tu trabajo y en todo lo que emprendas.» Deuteronomio 15:9-10
Cuando tenemos buenos ojos, nuestra fe se blinda. Debemos ser sencillos como las palomas, pero prudentes como las serpientes. Seamos sencillos, con buenos ojos, ¡pero no necios!
«Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe, Quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y Se ha sentado a la diestra del Trono de Dios.» Hebreos 12:1-2
¡Dios dejó en la Biblia los errores de muchos hombres para que aprendamos y no tropecemos en la misma piedra!
El pecado es una carga de la cual la persona está presa porque su conciencia la acusa.
La única manera de evitar verse involucrado en el pecado es huir. Si nos detenemos, ¡eso nos devorará fácilmente!
El plan inicial de Dios era que fuéramos eternos. ¡El pecado quitó años de nuestras vidas!
«¡De aquí en adelante, todo será diferente!»
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