¿De qué se trata, en la práctica, el Consuelo Divino?
El Consuelo de Dios es mucho más que la resolución de un problema, que un objetivo alcanzado o un sueño personal realizado, Su Consuelo responde a la necesidad más importante y relevante que existe en nosotros, el consuelo de nuestra alma. Una vez que nuestra alma es Consolada por el Espíritu Santo, Él nos guiará a toda Verdad; nos enseñará en la práctica en qué necesitamos cambiar, mejorar, superarnos. Entonces, una vez consolados, abrigados, fortalecidos e instruidos por Él logramos ser el padre, el hijo, el ciudadano, el cristiano que necesitamos ser, y, de esta forma, cumplimos con nuestra misión, con nuestra parte, y Dios cumplirá con la de Él.
“Si Me amáis, guardad Mis Mandamientos”. Juan 14:15
Cuando se ama a alguien se lo valora conservando sus palabras. Uno se preocupa por lo que ese alguien tiene para decir, no lo ignora, recibe lo que dice y lo acepta, lo practica y cambia lo que necesita cambiar.
La palabra guardar significa practicar, valorar, proteger. Proteja las Palabras de Jesús en su mente y en su corazón, porque Sus Palabras nos dan esperanza, fe, educación, fuerza, vida, amor, dirección. Su Palabra es Luz para nuestros caminos, para que no tropecemos ni caigamos, y para que no lastimemos a los que están a nuestro alrededor.
“Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre…” Juan 14:16
La Voluntad de Dios es que el Espíritu Santo esté con nosotros para siempre, no solo cuando venimos a la Iglesia y nos sentimos bien.
Cuando yo venía a la iglesia, hace treinta y seis años, me sentía maravillado. Sentía paz, alegría, seguridad, salía de la iglesia con una sonrisa de oreja a oreja. Toda mi familia veía eso, pero tenía muchos problemas y limitaciones.
Era un adolescente, no tenía experiencia de vida ni de fe. El lunes ya disminuía mi sonrisa y, con el pasar de la semana, llegando al miércoles, iba desapareciendo. Es cierto que yo tenía experiencias con la Palabra, el Poder de Dios, con la Presencia de Dios, con los testimonios, la búsqueda y las oraciones colectivas… Pero no tenía aún al Espíritu Santo dentro de mí, el Consolador no estaba en mi interior.
Entonces, cuando el tiempo pasaba surgían malos pensamientos, tentaciones, errores personales, frustraciones con los demás; eso me iba apagando y volvía a mi estado real: SOLO, HUÉRFANO. No tenía al Consolador.
El Espíritu Santo estaba cerca y quería entrar en mí, pero Él nunca invadió la casa – corazón de nadie y jamás lo hará. Él estaba llamando a la puerta de mi corazón para entrar, para hacerme conocer la Verdad, mi real estado espiritual, para que abriera esa puerta y Él pudiera habitar en mí.
Y eso pasó cuando me Bauticé en las Aguas. Me Bauticé en las aguas, sepulté la vieja vida y empecé a priorizar al Espíritu Santo. En los primeros 3 meses priorizaba mis problemas de salud y, sobre todo, a mi familia. Oraba para que mis padres se reconciliaran. Mi dios era mi padre, después lo fue mi madre, y, más tarde, mis hermanos; y los amaba más que a todos y más que a Dios.
Me liberé, me convertí y me enfoqué en el Espíritu Santo, fue cuando empecé a tener esas experiencias con Dios, de Su Fuerza, de Su Paz, de Su Dirección, de Sus Instrucciones; y empecé a guardar, valorar y practicar Su Palabra, más que a todo, más que al punto de vista de los demás, de los profesores, de las amistades, de la familia, de las tradiciones.
Entonces, empecé a buscar al Consolador y Lo quería, pero no al lado, sino en mi interior siempre. No solo cuando estaba en la Iglesia, sino todos los días; al comer, al bañarme, al estar en la escuela, al llorar o reír, en la prosperidad y en la dificultad, en la salida o en infierno, rodeado de miles de personas o solo… Fue lo que decidí buscar y priorizar.
“… el Espíritu de Verdad, al Cual el mundo no puede recibir, porque no Le ve, ni Le conoce; …” Juan 14:17
Es decir, el mundo no Lo valora. El Espíritu Santo no Se ve, solamente Lo recibe quien reconoce Su importancia. El Espíritu Santo es el Sello de Dios que garantiza la entrada en el Reino de los Cielos.
Por ejemplo, un pasaporte requiere el visado, lo que garantiza la entrada a un determinado país es el visado. El Espíritu Santo es el Visado de Dios en nuestra alma para entrar al Reino de los Cielos y vivir con Él toda la Eternidad.
Pero, mientras eso no pasa, acá, en la Tierra, usted tiene Su Consuelo porque el Espíritu Santo es el Consuelo de Dios.
Las personas valoran lo que se puede ver, tocar, manipular, usar. Por su parte, los que son de Dios y aman la Palabra de Jesús, aman también al Espíritu Santo, saben que Él es el Consolador del alma que capacita, fortalece, instruye, guía, anima, y los convierte en los hijos de Dios que Él quiere que sean.
Como consecuencia, la familia y hasta los enemigos son beneficiados indirectamente al ver en ellos un ejemplo de vida, de carácter y de fe. No hablamos de fanatismo, religiosidad o hipocresía, sino de una fe inteligente, equilibrada, que nos hace avanzar, superar nuestros propios errores, los problemas, las tentaciones, alcanzar los objetivos y establecerlos.
No sé cuánto va a tardar mi misión en la Tierra, pero mientras esté vivo, cuando dé el último suspiro tendré una sonrisa porque los ángeles de Dios me van al llevar a mi Señor y Salvador.
La muerte tiene miedo de mí porque mi Jesús ya la venció por mí…
Cuando uno recibe el Espíritu de Dios es Transformado de criatura desconsolada, inconstante, problemática, descreída, vengativo, irresponsable en alguien responsable, consolado, fortalecido.
“… pero vosotros Le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. Juan 14:17
Ustedes ya Lo conocen, ya saben. Hemos hablado del Espíritu Santo a diario en las reuniones, en la Hoguera Santa, en los Propósitos de Fe. En todo lo que hacemos en la Iglesia Universal terminamos hablando del Espíritu Santo.
Usted nunca podrá decir que no lo sabía. Hablamos del Espíritu Santo en nosotros, en los casos verídicos. Usted ha visto a personas que no tienen que avergonzarse de su pasado feo, sucio y triste porque su presente es completamente diferente.
Hoy, son padres de familia, empresarios, amas de casa, respetados por todos, porque hubo una Transformación de adentro hacia afuera. Eso lo que Jesús está diciendo: “Él no solo estará con vosotros, sino dentro de vosotros y no os dejará huérfanos”, vea:
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Juan 14:18
Jesús, el Padre y el Espíritu Santo son UNO. Si los TRES están dentro de usted, le enseñan a ser padre, a ser hijo y a ser un siervo de Dios.
El Espíritu Santo adentro de usted le hace hijo de Dios; mientras esto no ocurra uno se siente como un huérfano desamparado, al que nada lo consuela.
¿Qué puede consolar a un huérfano? ¿Ropa de marca, joyas, una casa bonita, un buen restaurante, fiestas, fama…? Nada ni nadie, sino que tenga un padre y una madre, una Familia de verdad.
La madre es la Iglesia, no la institución, sino nosotros como familia, que nos completamos unos a otros como Miembros de un cuerpo. Le guste o no somos miembros de este cuerpo que es como la madre, y Jesús es el Cabeza. Y es lo que Él está diciendo: “Yo Sé que mientras ustedes no reciban el Espíritu Santo son como huérfanos, pero Yo no les dejaré así, Yo voy a habitar y a hacer de vosotros hijos Míos”.
Esta Promesa es magnífica, ¿no es así? Pero hay una condición:
“Si Me amáis, guardad Mis Mandamientos”. Juan 14:15
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Obispo Júlio Freitas
Nos vemos en la IURD o en las Nubes!