Alma Viviente O Espíritu Que Da Vida
La Palabra de Dios es clara cuando dice que la persona que recibe el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesús, pasa a ser considerada por Dios como Celestial —aunque siga con el mismo cuerpo, con las mismas marcas, con las mismas limitaciones humanamente hablando, porque sigue en un cuerpo físico— porque hay ahora en el espíritu un Ser Divino, Celestial, que es el Espíritu Santo.
Vea lo que Está Escrito en los versículos del 45 al 49 del capítulo 15 del libro de Efesios:
“Así también Está Escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El Último Adán, Espíritu que da Vida”. 1 Corintios 15:45-49
Ya sabemos quién fue el primer Adán, el primer hombre que Dios creó, ¿y el Último Adán? ¿A Quién se refiere? Se refiere a Jesús, que vino al mundo en un cuerpo físico, humano como el nuestro. En todo fue tentado, tuvo hambre, lloró de tristeza y de alegría, tuvo gozo, angustia, paz, fue censurado, fue amado por muchos y odiado por otros. Él pasó por situaciones semejantes a las nuestras.
Jesús Es el Último Adán que en nada pecó, en todo fue Perfecto, en Su pensar, en Su mirar, en Su hablar, en Su oír, en Su sentir, en Su hacer, en Su caminar, en Su vivir… Él fue Fiel al Padre, incluso la frase que Él más repitió fue: “Yo vine a hacer la Voluntad del Padre”. Él vino para servir y para dar Su Vida por nosotros. Por eso, antes de morir, Él celebró la Santa Cena y no hizo más nada, sino orar por los que Lo crucificaron. Sirvió el Pan y la Copa que representaban Su Cuerpo y Su Sangre y les dijo a Sus discípulos:
“Comed y bebed en memoria de Mí hasta que Yo vuelva”. 1 Corintios 11:24
Los discípulos murieron y Jesús no volvió físicamente, pero sí espiritualmente por medio del Espíritu Santo. Él les había prometido:
“No los dejaré huérfanos, vendré a vosotros, enviaré al Consolador”. Lea Juan 14:18 y 15:26.
Ellos no fueron abandonados, como tampoco nosotros.
El Espíritu Santo está revelando que el primer Adán fue un hombre, un alma viviente, emotivo, alma es corazón, sentimiento. El alma es eterna, va a vivir eternamente, y Jesús afirmó que quien decide el destino del alma de cada uno no es el mal, no es Dios ni las personas, la única persona en todo el universo que puede decir qué destino tendrá su alma es uno mismo.
Por eso el Salmo 25 empieza así:
“A Ti, oh SEÑOR, elevo (entrego) mi alma”. Salmos 25:1
El alma puede ser elevada a Dios o bajada a los demonios. Puede ser entregada a Dios o a las personas que terminan manipulándola y el mal, los demonios, se apoderan de ella.
¿Se acuerda del pobre y el rico? Al alma del pobre, Lázaro, la vinieron a buscar los ángeles de Dios, no porque era pobre —porque hay pobres que son arrogantes y problemáticos— sino porque había sido justo. Y el alma del rico fue llevada al infierno, no por su riqueza —porque hay ricos que son humildes y creyentes en Dios— sino porque no Le hacía caso a Dios y pensaba que no Lo necesitaba porque tenía mucho. El alma del ser humano puede aferrarse a cosas, a posiciones, al estatus social, pero uno, aunque no tenga nada, como era el caso de Lázaro, puede decidir que su alma sea elevada y entregada a Dios.
Quien está salvo no es más alma viviente sino espíritu que da Vida. Espíritu es razón. Cuando Jesús fue traicionado ¿Él traicionó? No. Cuando no creyeron en Él e intentaron empujarlo a un precipicio, ¿se dejó vencer por eso? No. Dios no Se deja vencer por la incredulidad, si algunos no quieren creer, paciencia, otros van a creer.
Cuando Él liberó a aquel hombre endemoniado que vivía en el sepulcro gritando, al que nadie podía dominar por la fuerza sobrenatural que tenía porque estaba poseído, la Biblia dice que la gente decía que los cerdos valían más que Él, Lo juzgaron y Lo condenaron. ¿Qué hizo Jesús? ¿Se puso triste? No. Él agarró su barca y Se fue a otro lado, paciencia, Él no iba a dejar de Ser Quien tenía que ser ni de enseñar lo que debía enseñar.
No sea alma viviente, a la que cualquier cosa la afecta.
Antes, cuando desconocíamos la Verdad, éramos así, hechos de azúcar, cualquier lluvia nos derretía. Ahora no somos así porque somos espíritu que da Vida. Quien tiene el Espíritu Santo da Vida. Tenemos el Espíritu Santo y no nos dejamos vencer por la muerte que hay en la mirada, en corazón de los que no quieren creer. Por eso dice el Texto Sagrado:
“Sin embargo, el Espiritual no es primero, sino el natural; luego el Espiritual”. 1 Corintios 15:46
Primero tuvimos que nacer de nuestros padres. Hemos heredado de nuestros padres los rasgos, la estética, porque somos hijos de ellos, algunos tienen más de la madre que del padre o viceversa, pero todos heredamos algo en común, el alma viviente, es decir la naturaleza emotiva, pecaminosa —por más fe, cariño y buenas enseñanzas que nos hayan dado. Todos necesitamos nacer del Espíritu, aunque seamos hijos de padres que ya Lo tengan, de pastores o de obispos, hasta que no recibió el Espíritu Santo, mi esposa era hija del obispo Macedo y de la señora Ester, pero no era hija de Dios, era criatura, porque Dios tiene hijos, pero no nietos.
El día que uno recibe el Espíritu Santo se convierte en Espíritu que da Vida.
“El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del Cielo”. 1 Corintios 15:47
Cuando llegamos a la iglesia éramos terrenales, vivíamos por lo que sentíamos, por lo que entendíamos, por lo que deseábamos, por lo que la gente decía, nos dejábamos manipular con facilidad. Cuando la persona no es nacida del Espíritu Santo el ambiente la cambia, por eso usted conoce a personas encantadoras y humildes que, cuando alcanzan bienes o fama, se corrompen. Como también hay otros que conquistan un imperio pero no se dejan corromper, siguen igual, humildes, simples, sinceros, honestos. Eso es ser testigo de Él. No piense que ser testigo es decir que fue curado, que conquistó y se casó y es feliz, eso es dar testimonio, pero Dios quiere que usted sea testigo de Él. Ser testigo es cuando el Espíritu Santo viene y habita en nosotros, es decir, Jesús resucitó y ahora vive en nuestro interior. ¿Cómo? A través del Espíritu Santo.
La persona que quiere recibir el Espíritu Santo se aferra a la Palabra de Dios, y cuando se convierte en espíritu que da Vida abraza las cosas celestiales, valora su alma y su vida con Dios y Le pregunta qué quiere que haga y deje de hacer, cómo tiene que pensar y comportarse, cómo tiene que ser como ciudadano, como cristiano, habla con Dios a solas en su casa, busca un lugar y hace de ese lugar su Altar y habla, llora, medita en la Palabra de Dios. Y Le dice lo que Está Escrito en este primer versículo del Salmo 25:
“A Ti, oh SEÑOR, elevo (entrego) mi alma”. Salmos 25:1
En otras palabras: “Yo decido entregarte a Ti Señor mi alma, yo no le voy a entregar mi alma a nadie ni al mal”. ¡Qué decisión linda y maravillosa de la que no se arrepentirá porque Él no le decepcionará y le llenará de gozo y de paz celestial! Y vea cómo sigue el Texto Sagrado en el versículo 48:
“Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el Celestial, así son también los que son Celestiales”. 1 Corintios 15:48
Toda persona que recibe el Espíritu Santo se vuelve celestial y está preparada para morir o para ser arrebatada. Por eso siempre finalizo mis mensajes diciendo: “¡Nos veremos en la IURD o en las Nubes!” —cuando Jesús volverá para buscarnos. Porque quien es celestial tiene la mirada puesta en el Cielo, que es el lugar donde más desea ir.
Si usted tiene miedo de la muerte es porque aún no es celestial, no tiene el Espíritu Santo. El celestial tiene certeza de su salvación y la Santa Cena le da la oportunidad de autoevaluarse, examinarse y corregirse para renovar la alianza con Dios y cambiar lo que debe ser cambiado. Estamos envejeciendo y nos ponemos resistentes a los cambios por nuestra naturaleza humana, pero la Santa Cena hace que Dios nos revele en qué podemos mejorar y cambiar.
“Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la Imagen del Celestial”. 1 Corintios 15:49
Así como traemos la imagen de nuestros padres biológicos, Dios quiere que tengamos Su ADN espiritual. Físicamente somos iguales, pero espiritualmente solo existen dos tipos de seres en la Tierra: los terrenales, egoístas, promiscuos, violentos, hiperemotivos —gente buena, pero problemática— y los Celestiales, imperfectos sí, pero que reconocen su imperfección y cambian porque buscan a Dios, están abrazados a la Palabra de Dios que va moldeando su manera de pensar, de actuar, de vivir.
Debemos buscar esta imagen celestial que no tiene nada que ver con religión, iglesia o denominación, sino con vida. Por eso el mal odia tanto que usted venga a este lugar donde leemos, escuchamos y meditamos sobre lo que Está Escrito: ¡Palabra de Dios que no falla!
Obispo Júlio Freitas
¡Nos vemos en la IURD o en las Nubes!
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#DeAquíEnAdelanteTodoSeráDiferente