¿Cuál es tu Isaac?
El verdadero significado de «heme aquí» es acción. Cuando Le decimos «heme aquí» a Dios, Le estamos diciendo: «Acá estoy para lo que me digas».
«Aconteció que después de estas cosas, Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Y él respondió: Heme aquí.» Génesis 22:1
Cuando Dios probó a Abraham, él ya estaba realizado y había recibido el cumplimiento de la promesa, además de ser bendecido, prosperado y considerado amigo de Dios. No obstante, el paso del tiempo no dejó que abandonara su caminata con el Altísimo y la frase «heme aquí» nunca salió de su boca, probando que su creencia no era religiosa, emotiva o tradicional, sino que era verdadera e iría hasta las últimas consecuencias.
La Palabra de Dios dice que Abraham era alguien que Le temía, es decir, alguien que Lo respetaba a través de sus actitudes, a pesar de vivir en un mundo lleno de guerras y peleas por la supervivencia.
Haciendo una comparación, Adán vivió en el paraíso, un lugar donde todo era absolutamente perfecto y bueno. No había pecado, miseria, dolor, frío, calor, tristeza, miedo, enfermedades ni problemas de ningún tipo. Satanás y sus demonios estaban en la tierra, pero no tenían acceso al hombre ni poder sobre la creación de Dios. Sin embargo, Adán tomó la decisión de decirle «no» a Dios, y ese «no» a Dios fue el «sí» al mal.
«Y el Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás?» Génesis 3:9
¿Dios no sabía lo que Adán había hecho y dónde estaba? ¡Claro que sí! Lo mismo sucede cuando una persona se aleja de Su presencia. Él te llama: «¿Dónde estás?»; «¿Por qué te escondés?»; «¿Por qué ya no creés en vos, en Mí y en los demás?». Dios sabe en dónde estamos, pero Él nos pregunta para que asumamos nuestro verdadero estado espiritual. Sin embargo, para que Él pueda cambiar nuestro estado externo, primero debe cambiar nuestro estado interno.
Adán estaba perfectamente en su exterior, todo a su alrededor estaba bien, pero interiormente ya no lo estaba:
«Y él respondió: Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí…» Génesis 3:10.
Adán no miró hacia su interior y no reconoció su error, sino que buscó culpar a la mujer por haber comido el fruto del árbol prohibido. En otras palabras, él le dijo «heme aquí» a su mujer, y le dijo «no» a Dios.
Aquel árbol simbolizaba el temor, la fidelidad, la obediencia a Dios, por eso, cuando el Altísimo nos pide algo en señal de confianza, sacrificio, amor o devoción, no es porque Él lo necesita, sino que es el ser humano el que necesita materializar ese amor, esa gratitud, esa confianza, esa dependencia con actitudes y no con palabras. Estas actitudes comienzan con «heme aquí», seguido de acciones, a través de decisiones y prioridades.
«Y Dios le dijo: ¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del cual te mandé que no comieras?» Génesis 3:11
A veces Dios hace una pregunta de la que Él ya sabe la respuesta, solo para que la persona sepa cuál es su verdadero estado, y así pueda ayudarla a despertarse en la fe.
Por eso, dejá de culpar a los demás por tus errores, aprendé de ellos y decile «heme aquí» a Dios, porque Él te da la oportunidad de arrepentirte y te ayuda a levantarte para que tengas una vida transformada, feliz y bendecida.
«Y Dios dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te diré». Génesis 22:2
Dios le pidió a Abraham lo único que tenía, el hijo de la promesa, Isaac, la bendición que esperó durante aproximadamente 60 años, ¿por qué? Porque Dios no quiere que Lo sirvamos a nuestra manera. Si el Altísimo te pide algo, no se lo cuentes a nadie, solo obedecé. Si tenés que pedirle perdón a alguien o si tenés que dejar de lado el orgullo, hacelo. Dios quiere que tu sacrificio sea de vida, de entrega, de confianza, de obediencia incondicional y no únicamente de algo material. Por ejemplo, ¿qué era lo más precioso para el Señor? ¿La obediencia de Abraham o su único hijo Isaac? ¡Por supuesto que la obediencia! ¿Por qué Dios le pidió su único hijo Isaac en sacrificio? Para probar la obediencia incondicional de Abraham.
Una cosa es decir que le diste tu vida cien por ciento a Jesús, que creés en Su Palabra cien por ciento, que Lo amás más que a todas las personas y cosas, y otra es renunciar a la vida irregular, a las malas reacciones, al pecado, a las amistades inadecuadas y a todo lo demás, ¡eso es algo muy diferente!
Nuestras actitudes, nuestros sacrificios y nuestra obediencia incondicional prueban la veracidad de nuestras palabras. Si hacés esto, ES IMPOSIBLE QUE EL SEÑOR JESÚS, QUE ES JUSTO, NO INTERVENGA.
Obispo Júlio Freitas
¡Nos vemos en la IURD o en las Nubes!
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