El privilegio de ser un Predicador de la Palabra
«Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.» Eclesiastés 1:1
Observamos en el inicio del libro de Eclesiastés la presentación del autor, Salomón ya mayor se presenta con títulos que recibirá en su reinado.
HIJO DE DAVID: Era uno de los títulos más usados por las personas al describir a Salomón, porque él tuvo la responsabilidad de heredar el trono de su padre David y continuar con su reinado.
REY DE JERUSALÉN: Así lo llamaban los extranjeros y pueblos enemigos de Israel, reconociendo a Salomón como rey, que también recibió ese título a causa de la construcción del Templo en Jerusalén.
PREDICADOR: Título que Salomón tenía y que pocos conocían. Para él, este era el más importante, ya que, al describir en el inicio del libro de Eclesiastés, el título de predicador es el que se menciona primero.
• Este simple detalle nos lleva a entender que, aunque existan muchos títulos, cargos y trabajos realizados en todo el mundo, el título de *PREDICADOR DE LA PALABRA* es mayor que todos lo que hay en la tierra.
• El ser humano que recibe este honorable título fue escogido por el propio Dios.
¿Qué puede ser más grande y glorioso que ser predicador de la Palabra?
¿Qué profesión en este mundo puede generar resultados eternos?
• Salomón, con toda su sabiduría, reconoció que los títulos que tenía no eran nada comparados con la grandiosidad de ser un PREDICADOR.
• ¿Cuántos no son los predicadores que cambian el privilegio de servir y anunciar la Palabra de Dios por títulos provisorios, cambian un trabajo meramente espiritual y eterno por algo superficial y pasajero? ¿Abandonan el servicio de ganar almas para poder ganar dinero, fama y poder en este mundo?
«Yo, el Predicador, he sido rey sobre Israel en Jerusalén.» Eclesiastés 1:12
• Salomón se refiere a rey en pasado, aunque nunca fue destituido y murió siendo rey en Jerusalén. Pero en este texto muestra lo grandioso que es tener ese título, PREDICADOR (SIERVO DE DIOS), diciendo que, aunque perdiera el reino de Israel, no perdería el título de predicador.
• Pastores y obreros, observen el privilegio que Dios nos concedió al tener en nuestro interior Su Espíritu Santo y ser un PREDICADOR DE LA PALABRA. No desprecie esto, porque pocos son los escogidos para ejercer esta función tan honorable y sublime delante de Dios.
Pr. Igor Cestari – Goiás, Brasil