Espíritu humilde
“Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra”. Mateo 5:5
En el hebraico original bienaventurados quiere decir muy felices, constantemente felices, ¡felices de verdad!
No ser humilde es la razón por la que muchos no han sido bendecidos.
La humidad hace que la persona sea obediente a Dios, que se someta a las instrucciones divinas, que no se vea mejor que los demás, aunque sea rico, famoso o tenga muchos títulos. Ella reconoce que ante Dios solo hay dos tipos de personas, las que están cerca y las que están lejos de Dios.
Si cuando usted se ve confrontado quiere defender su forma de ser, su punto de vista, su espíritu es de orgullo, que es lo contrario del espíritu de humildad, y eso les hace mal a los que están a su alrededor y a usted mismo. Usted pelea, contesta, y se pone mal.
La persona humilde no se abate, no pelea, no paga lo malo con lo malo, no sigue a la multitud. Fue el caso de Moisés, a quien Dios usó y usó y usó.
Cuando uno tiene un espíritu humilde no se deja dominar por el mundo, por la vanidad, por el orgullo. Se vuelve la persona que Dios quiere que sea, un seguidor de Cristo de verdad, y no de palabras.
No es como aquel que dice que sí y parece que obedece, y luego por detrás manifiesta su desobediencia y su altivez.
No rechace la oportunidad de tener un espíritu humilde.
Eia!
Nos veremos en la IURD o en las Nubes.
Obispo Júlio Freitas