¿Para qué vivir?
Para todo en la vida es necesario tener conocimiento, para que, a través de la convivencia, podamos adquirir experiencias y crecer usando esas enseñanzas.
¡La vida nos enseña!
¡Lo mismo sucede en la vida con Dios!
Al venir a la iglesia, se toma conocimiento de la verdad. Una verdad que libera y transforma a quienquiera que sea.
Sin embargo, las enseñanzas basadas en la Santa Palabra le dan a cada individuo la capacidad de discernir entre el bien y el mal; lo correcto y lo incorrecto; lo justo y lo injusto.
De tal manera que la persona tiene el poder de decidir Obedecer o no, porque el propio Dios le dio el libre albedrío.
No obstante, el Espíritu Santo solo les revelará cómo vencer todas esas guerras, sean internas o externas, a los que Creen.
Todos los días enfrentaremos situaciones, pero, si andamos en espíritu, seremos guiados por el Espíritu para actuar y superar todas las adversidades.
Es necesario que la lectura y la meditación diaria de Su Palabra sea de forma prudente y consciente, a fin de retener su esencia, la cual será provechosa durante toda la vida.
Cuando la persona se da cuenta de que no es más la misma de antes, se dice que hubo un nuevo nacimiento. Esto la marca profundamente y pasa a ser un testimonio vivo de que Jesús vive dentro de ella por medio de Su Espíritu.
A partir de ese bautismo con el Espíritu Santo, todo cambia, su visión, sus pensamientos, sus palabras, sus actitudes, su trato hacia los demás, entre otras cosas.
Lo más excelente de todo es el deseo de ir al Reino de los Cielos, porque ahora su visión está en vivir con el Dios vivo.
Además, mientras no muera o sea arrebatado, quiere servir como testimonio para anunciarles la Salvación a todos los que crean en la predicación de este Evangelio.
El Evangelio son todas las buenas nuevas que Jesús trajo sobre la Salvación de todas las criaturas, para que se vuelvan hijas de Dios.
No es difícil entender eso.
Lo difícil es aceptar y renunciar a la vida temporal aquí en este mundo a cambio de una Vida Celestial y eterna en los cielos.
La decisión es suya: ¿la acepta o la rechaza?
Si acepta, ahora mismo haga una oración sincera de entrega, pida perdón por todos sus pecados y reciba al Señor Jesús como su único y verdadero Salvador.
Diga: «Amén».
Obispo Júlio Freitas
¡Nos vemos en la IURD o en las Nubes!
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