Quitando el velo
Vivimos una guerra constante. Salimos de una pelea y entramos en otra. Es algo incesante. Debemos luchar contra el corazón, la carne, nuestro «yo», nuestra voluntad y también contra los principados, potestades y fuerzas espirituales de las tinieblas.
Por eso, lo más difícil es permanecer en la fe guardando la Salvación. Si no se guarda y se prioriza la vida con Dios, la fe se apagará.
Es practicar la fe hoy, mañana y siempre.
El velo: es algo que separa, que esconde, que cubre.
«Y hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones…». 2 Corintios 3:15
Existen personas que intentan disfrazarse, cubriéndose con ese velo, aparentando algo que no son. Aparentan vivir una vida con Dios, pero tienen una relación fría con Él.
Para que una persona conozca a Dios, debe sacar el velo de la hipocresía, de la mentira, de la malicia, del odio, en fin, de todo lo que Lo desagrada y volverse a Él para agradarlo.
«… pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado. Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad». 2 Corintios 3:16-17
Por esa LIBERTAD, ya no hay más soledad, no hay más vacío, la presencia de Dios está sobre la persona que toma la decisión de remover ese VELO, dispuesta a tener un carácter celestial, dispuesta a agradar a Dios.
«Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la Gloria del Señor…». 2 Corintios 3:18
Cuando la presencia de Dios está sobre una persona, al verse en el espejo, se ve la vida de Dios en su rostro, aun con luchas, dificultades e injusticias no pierden la alegría de la Presencia de Dios en su interior.
Al remover el velo de la malicia, de los malos ojos, de los malos hábitos, sucede esto:
«… estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu». 2 Corintios 3:18
Dios lo transforma todo. Toma para Sí la tristeza y la transforma en alegría, toma para Sí lo que estaba muerto y lo transforma en vida.
«Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron…». Mateo 27:50-51 RVR1960
En el pasado ese VELO separaba al pueblo de la Presencia de Dios. El Señor Jesús rasgó ese VELO a través de Su sacrificio en la cruz.
Ese VELO ya fue rasgado, pero aún hay un «VELO» que cada persona debe remover de su vida.
Por eso, priorizá tu vida con Dios con sinceridad, analizá si hay un VELO entre vos y Él, y removelo para que el Espíritu Santo sea derramado en tu vida.
Pensá al respecto.
Pastor Claudene Conte, responsable del trabajo evangelístico de la Universal en Uruguay