Esa tarde, los presentes aprendieron cuál es el motivo por el que muchos, aun siendo miembros de la Iglesia, fueron derrotados por su «yo», por los problemas y por las luchas.
El secreto para superar todo eso está en la comunión que tenemos con Dios. Si tenemos una vida con el Altísimo, Él nos fortalecerá.
«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la Salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos…» Efesios 6:10-18
Debemos fortalecernos en el Señor, independientemente de si tenemos luchas o no.
¿Cómo nos fortalecemos? ¡Cuando valoramos nuestra alma!
Dios no tiene funcionarios, sino siervos; los cuales, al ser Sus hijos, Lo sirven.
Es necesario estar fortalecidos en el Señor, por eso, insistimos en la necesidad de ser bautizados con el Espíritu Santo, porque, de esta manera, nos enriquecemos de Su poder y Él nos renueva todos los días.
¡El que guarda su corazón verá a Dios! Mantenga su mente protegida, guardando lo más importante, ¡su Salvación!
¿Estuvo presente? ¿Qué fue lo que más lo marcó? Deje su comentario.
De aquí en adelante, todo será diferente.
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