Dios es grandioso y aún así no desprecia a nadie. Todos somos importantes para Él.
Si valorás tu alma, también valorás el alma de tus seres queridos.
Así como Tú, Señor, negaste Tu voluntad, yo también niego la mía.
Dios nos restaura, nos cura y nos da una nueva vida cuando recibimos al Espíritu Santo.
Podemos ver los problemas de dos maneras, venciéndolos o siendo vencidos por ellos.
Dios no nos exige perfección, pero Él quiere que seamos su morada.
Siempre y, por sobre todo, honrá a Dios en tu vida.
Valorás al que amás cuando sabés escucharlo. Escuchá antes de hablar.
Todas las personas tienen un espacio en el alma que solo Dios puede llenar.
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