Noche de aprendizaje y bendiciones en la vigilia “¡Abba, Padre!” en el Templo de los Milagros, Argentina.
“¡Abba, Padre!” significa “Mi Papá” o “Padre Mío”. Quiere decir que es alguien muy cercano a nosotros y mucho más que un padre.
Muchos hijos llaman a Dios de Padre pero no se comportan como tales, obedecen solo cuando les conviene. Las consecuencias las sufrimos nosotros mismos.
Dios nos dio una serie de Mandamientos que debemos cumplir, independientemente de si nos gustan o no.
Y llegaron a un lugar llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Sitúense aquí mientras yo oro”. Y tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y comenzó a sentirse angustiado y afligido. Y les dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quédense aquí y velen”. Y yendo un poco más allá, se postró en tierra y oró que, si fuera posible, pasara de Él aquella hora. Y decía: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para Ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres”. Marcos 14:32-36
Aquellos que llaman a Dios de “¡Abba, Padre!” son los que eligen negar sus voluntades, manías y deseos para sujetarse a lo que Él quiere que hagamos.
Todos los seres humanos somos inteligentes. Él no nos puede obligar a que lo llamemos de “¡Abba, Padre!”, sino que tiene que nacer de uno mismo.
Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: “¡Abba, Padre!” El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados. Romanos 8:13-17
Todos tenemos nuestras voluntades y manías, pero si insistimos en ponerlas en práctica, vamos a morir espiritual y prematuramente.
Dios nos da el Espíritu Santo para que tengamos cariño y amor de llamarlo “Mi Señor” y “Mi Salvador”, pero en especial, “¡Abba, Padre!”
Debemos autoexaminarnos cuando estamos a solas o pasando por momentos malos. Ahí es cuando Él más observará si realmente Lo llamamos de “¡Abba, Padre!”
No necesitamos que otros testifiquen por nosotros, sino que el mismo Espíritu Santo da Su testimonio en nuestro espíritu.
Quienes son hijos de Dios padecen persecuciones, discriminaciones, maltratos, etc., pero no es para que nos convirtamos en criaturas carnales, sino para que nos volvamos más fuertes.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: “Abba, Padre”. Así que ya no eres más esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. Gálatas 4:4-7
Así como lo obtuvo Jesús, todos tenemos el honor de recibir el Espíritu Santo.
Esta es la puerta del Señor; por ella entrarán los justos. Te alabaré porque me has respondido y me has salvado. Salmos 118:20-21
Mucha gente no avanza porque no idealiza, proyecta ni piensa. La fe hace que logremos mirar esas cosas, porque es la convicción de lo que no se ve.
Tenemos que ser justos y fieles en todos lados, pero sobre todo en la iglesia, honrando a Dios y reconociendo que de Él vienen la fuerza, la salud y las ideas.
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Obispo Júlio Freitas
Nos vemos en la IURD o en las Nubes!
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