La misión del ángel de la iglesia
«Y cuando los hijos de Israel clamaron al Señor, a causa de los madianitas, el Señor envió a los hijos de Israel un varón profeta, el cual les dijo…» Jueces 6:7-8
Los hombres que gobernaban Israel, después de la muerte de Josué, eran exactamente los profetas o jueces. Sin embargo, este profeta, del que no sabemos su nombre, no tuvo el efecto que Dios esperaba, porque solo se limitó a informar lo que el pueblo ya sabía.
Cuando solo informamos, en lugar de despertar el espíritu de las personas sinceras (que es la fe inteligente, indignada) y llevarlas a tomar una decisión contraria a su estado emocional, moral o civil, no reaccionarán de la manera necesaria para cambiar de vida.
Nuestra misión no es llenar a las personas de información o volverlas religiosas, sino transmitirles el Espíritu de la Palabra, de la voluntad de Dios, ¡para que sean practicantes fervorosas de la Palabra! Necesitamos hablar menos y hacer más.
Este profeta se debilitó junto con el pueblo de Israel, porque se dejó influenciar por el escenario de la opresión de los madianitas, y la idolatría se convirtió en una válvula de falsas esperanzas, no de solución. A causa de esto, no enfrentó la idolatría del pueblo, no derrumbó el altar de Baal, no cortó la imagen de Asera, al contrario, decidió hablar sobre lo que «todo el mundo» ya sabía, el pasado, y sobre la idolatría habló suavemente.
Hasta que:
«Y el ángel del Señor se le apareció, y le dijo: el Señor está contigo, varón esforzado y valiente […] Y mirándole el Señor, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío Yo?» Jueces 6:12,14
El ángel que Dios le envió a Gedeón no fue redundante, sino que fue directo al punto de decisión y dijo: «El Señor está contigo, hombre valiente, ve y salva a Israel». Observe el orden: Afirmación seguida de una orden de acción.
El ángel no le hizo una explicación, no aceptó un regalo, no le pidió un sacrificio; y así es el hombre de Dios, le enseña al pueblo la verdad, guía a las personas a tomar una decisión, porque Dios se encargará de pedirles lo que solo Él sabe que será un holocausto.
Así como sucedió en el pasado, cuando el Altísimo, esa misma noche, ¡le pidió el holocausto a Gedeón!
Creo pertinente explicar que:
– La ofrenda materializa la fe.
– El sacrificio materializa la confianza.
– Pero solo el holocausto materializa la dependencia de Dios.
La única palabra, lo único que Dios repitió en el pedido que le hizo a Gedeón, fue lo que Él quería como holocausto, el segundo toro de siete años.
No para quitárselo, no para disminuirlo, no para empobrecerlo más de lo que ya estaba, sino para que Gedeón se quedara en Su dependencia y fuera revestido por Su Espíritu.
Dios dijo:
«Toma un toro del hato de tu padre…»
«… el segundo toro de siete años…»
«… y tomando el segundo toro, sacrifícalo en holocausto…» Jueces 6:25-26
El profeta debería haber llevado al pueblo de Dios a:
– Arrepentirse de sus pecados.
– Volverse al Señor Dios y obedecer Su voz.
– Indignarse ante esa situación.
– Sacrificar al Dios vivo.
– Ir a la guerra, enfrentar a los enemigos.
– Depender del Señor Dios, ¡quien nunca los había decepcionado!
Pero no, él solo desapareció, ni siquiera formó parte de los 300.
¿Por qué? Porque su espíritu era religioso, no fervoroso ni indignado.
Por otro lado, Gedeón, que tenía todo para no ser elegido ni instruido por el propio Dios, fue e hizo, y nos dejó su testimonio a todos nosotros, porque no solo decidió escuchar, saber y creer, sino también OBEDECER.
Aun con todas sus limitaciones, no se limitó al momento de HACER lo que Dios le ordenó.
Tal vez la razón por la cual está leyendo esta nota es porque necesita cambiar su espíritu religioso, oyente y conforme para ser revestido por un nuevo espíritu, fervoroso, practicante e indignado. De esta manera, el Espíritu Santo podrá usarlo según Su voluntad y poder.
Y digo más, si su pastor aún no le advirtió, lo hago yo: Se acercan guerras, ¡y de las grandes! Revístase del Espíritu Santo ahora, porque, sin Él, ¡no soportará!
Pero también alégrese, porque, después de las guerras, vendrán las victorias que formarán parte de su historia.
Luego de que Gedeón hizo lo que Dios le ordenó:
– Derrumbar el altar del mal.
– Cortar las imágenes.
– Levantarle un Altar al Dios vivo en el lugar más alto.
– Sacrificar al toro de siete años.
Es importante destacar que lo primero que sucedió fue que los «hermanos» se levantaron en su contra para matarlo, y ni siquiera ese tal profeta se presentó para defenderlo.
Además, todos los enemigos se reunieron para atacar Israel. No había televisión, satélites, redes sociales, ni teléfonos para informales a los enemigos lo que Gedeón había hecho, pero no fue necesario, los mismos demonios que los usaban, los instigaron a atacar Israel, para amedrentar a Gedeón y hacerlo dudar sobre lo que había hecho para Dios.
Así es, amigo mío y amiga mía, ¡no se debe ser blando con el mal ni con los malos!
Por eso Dios lo revistió con Su Espíritu, porque, en esos momentos difíciles, de apuro y de peligro inminente, solo el Espíritu Santo puede fortalecerlo, protegerlo y defenderlo.
También fue por ese motivo que Dios le ordenó que hiciera el holocausto, porque solo el que lo hace tiene la autoridad para transmitir el espíritu del holocausto y llevar a los demás a hacer lo mismo.
Nosotros, los de la Universal, no solo somos profetas, ¡sino ángeles de nuestra Iglesia, de nuestro pueblo!
¡Hey!
¡Juntos hasta el fin!
#NuevoEspírituNuevaVida
¡Nos vemos en la IURD o en las nubes!
Obispo Júlio Freitas