«El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.» Salmos 91:1
Todos necesitan y quieren la protección Divina, el abrigo del Altísimo, pero pocos lo disfrutan. Esto sucede porque pocos habitan en Su abrigo y no hacen del Altísimo su habitación, solo Lo visitan cuando necesitan algo de Él.
Esa actitud imposibilita a las personas de disfrutar de los beneficios de habitar al abrigo del Altísimo. Sin embargo, preste atención, dije «habitar», no «pasear» o «visitar». Hay personas que solo pasean, visitan la iglesia, y hablan con Dios esporádicamente.
Pero habitar es vivir, es estar con una persona diariamente, permanecer con ella, y lo mismo sucede con Dios. En la práctica, ¿cómo sería esto?
Habitar al abrigo del Altísimo es agradecer siempre; agradecerle a Dios por habernos dado la vida, la inteligencia, la oportunidad de leer la verdad de la fe, que es la Sagrada Biblia, entre otras cosas.
Aunque no hablemos verbalmente, en nuestra mente debemos preguntarle a Dios, en espíritu de oración y con sinceridad en el corazón:
– ¿Qué quieres que haga?
– ¿Qué quieres que deje de hacer?
– ¿Qué quieres de mí?
– ¿Qué quieres enseñarme hoy?
– ¿Cuál es Tu voluntad?
– ¿Qué es lo que aún no hago y quieres que empiece a hacer?
En otras palabras, el que habita al abrigo del Altísimo está constantemente hablando con Dios, aun con los ojos abiertos, trabajando, viajando, manejando, estudiando, leyendo este mensaje; siempre está hablando con Dios.
Por eso, ¡decida ahora mismo habitar al abrigo del Altísimo!
¡Nos vemos en la IURD o en las nubes!
Obispo Júlio Freitas