La discordia es una enfermedad alimentada por situaciones, por personas que no están de acuerdo 100 % con lo que está siendo hecho o hablado. Usted tiene derecho a tener su punto de vista, pero otra cosa es discordar de lo que es basado en la Palabra de Dios, verdadero, justo, de lo que es de la fe.
– Nuestro deber como cristianos es vigilar, para no unirnos a personas de fe y principios diferentes, con el fin de no ser motivados por ellas a hacer lo que es malo. El diablo suele infiltrar a individuos aparentemente fieles en el seno de la Iglesia para provocar discordia y rebelión. A causa de eso, muchas personas sinceras y fervorosas ya se corrompieron y se perdieron en el camino de la fe.
“De la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso una fuente por la misma abertura echa agua dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce”. Santiago 3:10-12
Eso sucedió en la Iglesia Primitiva, había discordia entre ellos porque había personas que se oponían a las enseñanzas del Señor Jesús en la práctica, como la renuncia y el sacrificio incondicional. Hubo discordia, porque la iglesia de Jesús, que es Su pueblo, debe tener un solo espíritu, un solo corazón, una sola fe, un solo ideal: mantenerse salvos y mientras estamos vivos darles a otros la misma Oportunidad de ser también salvos, es decir, evangelizados, liberados, convertidos, de nacer de nuevo y ser llenos del Espíritu Santo.
Hubo discordia porque esas personas empezaron a mirar para sí mismas, como por ejemplo Ananías y Zafira. Ellos discordaron de tener que sacrificar todo en el Altar para la Obra de Dios. Nadie era obligado a hacerlo, y Pedro lo dejó claro: podían haber vendido sus tierras y guardado lo que recibían porque era de ellos. Pero dejaron que la enfermedad de la discordia contaminase su mente y, consecuentemente, satanás llenó su corazón, enfermándolos. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (Hechos de los Apóstoles 5:3).
La discordia es una de las cosas que Dios más odia, porque causa división. La persona que es víctima de esta enfermedad quiere imponer su voluntad, su punto de vista, no está de acuerdo, no quiere sujetarse, no quiere practicar, no acepta, y empieza a criticar, a despreciar, a juzgar, a mirar a los demás con malicia, y pone en riesgo su fe, porque está dividida entre su opinión y lo que está Escrito en la Santa Biblia, lo que está siendo hablado en la Iglesia, entre su manera de ser o hacer y lo que está siendo propuesto, lo que está siendo pedido, lo que está siendo vivido en la Iglesia.
La discordia es peligrosa porque es muy sutil, parece que no hay maldad al momento, pero causa división, aleja, separa.
La Biblia habla de este espíritu de discordia, de disensión. Antes de la separación, de la disensión, siempre hubo discordia. Para que dos anden juntos tienen que estar ambos de acuerdo y no puede haber discordia, porque la discordia hace que uno vaya hacia un lado y el otro hacia otro lado.
Vea lo que está escrito en Proverbios 6:16-19 sobre las 7 cosas que Dios más odia:
“Seis cosas hay que odia el SEÑOR, y siete son abominación para Él: (es decir que él odia a las seis y a la séptima la abomina)”.
Ojos soberbios, (mirar a los demás como inferiores y pensar ‘yo soy mejor’, ‘yo sé’, ‘yo puedo’, ‘yo tengo’).
Lengua mentirosa, (la mentira, Dios dijo que el padre de la mentira es el diablo).
Manos que derraman sangre inocente, (violencia, terrorismo, guerras, asesinatos).
Un corazón que maquina planes perversos, (los sentimientos vienen para todos, pero alimentarlos es una decisión individual, planes de venganza, de sacar provecho, Dios observa cuando la persona maquina en su corazón cómo hacer el mal).
Pies que corren rápidamente hacia el mal, (cuando la persona tiene disposición para el mal, para lo que es violento, promiscuo, egoísta, vanidoso, no mide esfuerzos para hacer lo que es malo, y eso le hace mal a su alma y a quienes la rodean, a sus familiares directamente y a los que la rodean indirectamente, porque la ven como ejemplo. Si usted dice ‘yo no tengo a nadie a quien hacerle mal’, piense que es responsable por su alma y le está haciendo mal).
Un testigo falso que dice mentiras, (es cuando la persona no vio algo y se deja influenciar y dice ‘yo vi’, ‘yo oí’, no estaba presente, pero testifica. Dios odia eso)
y el que siembra discordia entre hermanos (es quien anda diciendo ‘¿viste lo que te hizo?’, ‘¿viste cómo te miró?’, ‘quiere aprovecharse’, ‘¡quiere serrucharte el piso!’).
La discordia es una enfermedad muy sutil y ha matado la fe de muchos.
No acepte que nadie siembre esta semilla de la enfermedad llamada discordia en su fe, porque Dios la abomina.
No permita que nadie contamine su fe con esta enfermedad alimentada por un sentimiento.
Además de odiar a la discordia, Dios la abomina, no la soporta, ¡no la tolera!
Cuéntenos, ¿este mensaje lo ha ayudado?
¡Nos veremos en la IURD o en las Nubes!
Obispo Júlio Freitas
#AvivamientoUniversalAmericaDelSur
#Eia!!!
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– 14.ª Enfermedad de la fe: Deshonrar La Propia Palabra
– 15.ª Enfermedad de la fe: La Falsedad
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