Cuando llegamos a Argentina, la primera semana de agosto, Dios nos reveló que había muchas personas enfermas en la fe, pero, gracias a Dios, a Su Palabra, que nunca vuelve vacía, Él ha curado de la ansiedad, de la acomodación y de los malos ojos a los sinceros.
Hoy hablaremos sobre una enfermedad más de la fe, denominada ENVIDIA.
Esta enfermedad también ha contagiado a muchos cristianos dentro de la iglesia, que han envidiado a sus familiares incrédulos y a su prójimo. Si envidiar al impío ya es algo terrible, ¡imagine envidiar a alguien que está sirviendo a Dios! Esto es una rebelión hacia el propio Dios.
Fue eso lo que le sucedió a Miriam, la hermana de Moisés, que fue un instrumento en las manos de Dios para salvar a su hermano, al seguirlo junto al río y ver dónde llegaba, cuando su madre lo puso en una canasta y lo depositó en las corrientes del Nilo para salvar su vida, quien luego sería enviado por Dios para liberar a Su pueblo de la esclavitud. Ella, luego de ser liberada de la esclavitud y usada por el Altísimo, compuso una canción hermosa para que el pueblo de Dios cantara:
«Cantaré yo al Señor, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. El Señor es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi Salvación. Este es mi Dios, y Lo alabaré; Dios de mi padre, y Lo enalteceré.» Éxodo 15:1-2
Miriam fue inspirada y usada por el Señor, pero cometió un error en la fe, envidió a su hermano y lo confrontó, lo vio como hermano y dejó de verlo como su líder, como un siervo de Dios. Tenga cuidado, si usted tiene un familiar en la obra de Dios, no confunda las cosas.
Dios no tolera la rebelión, Dios no tolera que uno envidie a su hermano. Incluso, uno de los diez mandamientos habla sobre no envidiar ni codiciar lo de nadie. Tenemos que guardar el corazón de la envidia. Para lograrlo, debemos tener cuidado con lo que miramos, a quién miramos y cómo miramos a alguien. No envidie a nadie. Toda persona envidiosa tiene algo en común, es rebelde, se rebela.
Ese fue el caso de Miriam, que llamó a su hermano Aarón en secreto y le habló mal de su hermano menor Moisés. La Sagrada Biblia revela que Dios escuchó lo que ellos decían dentro de la tienda, lejos de los ojos y oídos de los demás. ¡Dios ve y escucha todo! Tenga cuidado con lo que usted dice en su casa, en la calle, en el trabajo, en las redes sociales, porque Él le presta atención a cada palabra.
Miriam habló mal de su hermano porque se había casado con una mujer etíope, y ella no aceptaba eso. Pero eso no era asunto suyo, no tenía que dar su opinión, tenía que acatar la decisión de su líder espiritual y hermano, y listo. No era un pecado de carácter, los gustos no se discuten, usted no puede querer imponerle su punto de vista o su gusto a nadie.
- Miriam envidió la posición de su hermano y pensó que, siendo profetisa, Dios también podía hablar con ella. En sus cabecitas, querían descalificar el liderazgo de aquel a quien el Altísimo había elegido, pero lograron lo contrario. Dios hizo que a ella le saliera lepra en su cuerpo y le ordenó a Moisés que los llamara, tanto a Miriam como a Aarón, para reprenderlos, les dijo que quiénes eran ellos para oponerse a Su siervo Moisés.
- Vieron a su líder y hermano ser aún más honrado.
Nuestro Dios no le pasa la mano por la cabeza a nadie. Él es imparcial, no hace acepción de personas. Él es Padre y nos corrige para que desarrollemos nuestra fe, para que maduremos y tengamos temor, es decir, para que Lo respetemos a Él y respetemos a las autoridades constituidas por Él, a los padres, a las personas mayores, a los superiores, a las autoridades de la iglesia y demás.
Esta enfermedad de la envidia, ha matado a muchas personas, no es envidia por una casa, un auto, una pareja, o la vida social, es envidia por la autoridad o la posición que el otro ocupa. Miriam envidió a su hermano, se rebeló y se metió en problemas con Dios.
«Algunos, a la verdad, predican a Cristo aun por envidia y rivalidad…» Filipenses 1:15
Hay quienes hablan de la Palabra no por amor, por vocación o por unción, sino por envidia. Cuidado con querer mostrarse, con querer ser llamado de señor/a, solo hay un Señor en la iglesia de Jesús, Jesucristo; nosotros solo somos Sus siervos, nada más. Él es la cabeza y nosotros somos Su cuerpo. Alabado sea Él por ese gran privilegio que nos ha concedido.
«… pero también otros lo hacen de buena voluntad; estos lo hacen por amor, sabiendo que he sido designado para la defensa del Evangelio…» Filipenses 1:16
El que sirve a Dios para hacer Su voluntad no busca mostrarse y no lo hace por envidia, al contrario, Lo reconoce como su Señor.
Un día, Miriam fue usada, pero luego fue humillada y apartada del campamento por siete días para purificarse, y todo el pueblo tuvo que esperar para seguir su jornada. Lo mismo sucede en la obra de Dios, cuando una persona es envidiosa, traba la obra e impide el desarrollo de otras personas. Somos un cuerpo que camina junto, cuando un miembro envidia, perjudica la obra de Dios y es un mal ejemplo para los que están llegando.
Los que predican a Cristo por amor y viven lo que predican, y predican lo que viven, defienden el Evangelio, respetan y obedecen las enseñanzas básicas del Señor Jesús.
«… aquellos proclaman a Cristo por ambición personal, no con sinceridad, pensando causarme angustia en mis prisiones.» Filipenses 1:17
Había personas que envidiaban a Pablo y creaban situaciones desagradables en la obra, porque él estaba siendo usado poderosamente por Dios incluso en las prisiones. Ellos no estaban presos, pero no eran usados porque predicaban y hablaban de Jesús tanto por envidia como por rivalidad, y Dios sopesa la intención del corazón. Pablo era usado porque, aun estando preso, era un defensor del Evangelio, de las enseñanzas de Jesús.
Muchos conocen las Escrituras, pero no conocen a Jesús.
No debemos envidiar ni compararnos con nadie. Si usted quiere compararse con alguien, compárese con Jesús y busque estar a Su altura, porque Él fue el Hijo que agradó al Padre en todo.
Si quiere mirar a alguien, mire a Abraham, camine con Dios como él lo hizo, y sea Su amigo.
El pueblo de Dios es envidiado porque tiene una alianza con Dios y porque su carácter, su fe, su vida amorosa, su familia, está en las alturas, por encima del promedio. Cuando lo envidien usted tiene que decir: «¿Quiere lo mismo? Esto no llega regalado, tiene un precio. Debe ser buscado y conquistado por medio de la fe, la obediencia, el sacrificio, la confianza y el carácter. Busque a Dios, porque le dará lo mismo y mucho más».
¡Nos veremos en la IURD o en las Nubes!
Obispo Júlio Freitas
#AvivamientoUniversalAmericaDelSur
#Eia!!!
TAMBIÉN LEA:
– 1.ª Enfermedad de la fe: Ansiedad
– 2.ª Enfermedad de la fe: La indefinición
– 3.ª Enfermedad de la fe: Los malos ojos
– 4.ª Enfermedad de la fe: La acomodación
– 5.ª Enfermedad de la fe: La envidia
– 6.ª Enfermedad de la fe: Las inclinaciones
– 7.ª Enfermedad de la fe: Ser demasiado justo
– 8.ª Enfermedad de la fe: El Egoísmo
– 9.ª Enfermedad de la fe: La Discordia
– 10.ª Enfermedad de la fe: Popularidad
– 11.ª Enfermedad de la fe: Ingratitud
– 12.ª Enfermedad de la fe: La Inseguridad
– 13.ª Enfermedad de la fe: El Chisme
– 14.ª Enfermedad de la fe: Deshonrar La Propia Palabra
– 15.ª Enfermedad de la fe: La Falsedad
– 16.ª Enfermedad de la fe: La Desesperanza
– 17.ª Enfermedad de la fe: Pecados no confesados